Juanjo, a Tomar once

Dos Ventanas tiene mi pieza, una al lado de la otra, no muy grandes y tampoco muy pequeñas: el tamaño ideal para que pueda entrar luz necesaria y además pueda refrescar la pieza. Esta habitación, está construida aparte de la casa, de manera que no sea parte de la misma y funcione a modo anexo a ella. Sin jamás haberme consultado, sus paredes se pintaron de color blanco, lo que da un toque espacioso a mi habitación (además de tener cama en altura, lo que deja mucho lugar para guardar, mas que nada, estupideces). Ambas ventanas dan al patio trasero; una de ellas es medianamente cubierta (o mas bien adornada) por un árbol que creció de la nada en el jardín, la otra solo da una vista general del mismo.
Aquel día no hacía calor ni frío, lo cual era ideal para estar recostado en el piso de mi pieza (cubierto por cerámicas blancas), y mas aun, con ella. Comenzaba recién el ocaso a teñir de rojizas tonalidades las nubes en el cielo, en el horizonte aun podía divisarse el sol arrancando de las pecas del cielo nocturno. Música "alguien me ha dicho que en la soledad..." sonando levemente en la radio que puse especialmente para aquella ocasión, nublando mi pieza con amor, deseo quizá. El cielo aun no se cubría por sus claras pecas ni por su diva majestuosa, mientras mis labios se paseaban ansioso por los suyos, acariciando en cada instante una molécula de su ser. Mis manos, deseosas de explorar su cuerpo cálido junto al mío, morían de ganas por penetrar su armadura de tela y fundirse en el fuego de su piel, forjada en el sudor de su cuerpo; mi aliento ya no era mío, era de ella también, y el vaho tibio de nuestra respiración nublaba tenuemente la habitación ya descrita con olor a cuerpo, olor a mi y a ella, y olor a pasión. El sol desapareció en su totalidad, y en una de las ventanas (aquella adornada con el árbol improvisado) se divisaba la diva nocturna, majestuosa en su esplendor, adulada por las nubes quienes aquella noche no se atrevían a tocarla. La habitación estaba hedionda a deseo, a pasión, con neblina rojiza por nuestro vaho ardiente y ahora, nuestros cuerpos acariciados por las lejanas manos de esta diva que penetraba en mi habitación descaradamente y tocaba sin pudor alguno ambos cuerpos tendidos y sudorosos; es fiel testigo y acompañante de este momento: ignoraba los ropajes inmundos y excitaba el corazón, excitaba la vista y en especial mis labios. Quizá dije una que otra cursilería con respecto a eso.
El CD se acababa y anochecía con paso rápido, pero ninguno estaba cansado de esa habitación con tal ambiente en aquel momento.
Ahora bien, todos estos momentos son quebrantados siempre por frases típicas y cotidianas, que cierran el telón y doblan las campanas a instantes como aquel. Frases que parecen cuchillos cortando la niebla rojiza de la habitación, anulando a la Diva Nocturna e impidiendo su entrada a este lugar; un balde de agua fría para calmar el fuego de ambos cuerpos sudorosos.
-¡JuanJo, a tomar once!

tiempo sin subir texto.. este salio hace poco, el domingo en la noche,
aunque no lo crean, esto me sucedio (hace un poco mas de un año).. uff.. que
recuerdos.. posteen! comenten! SALUDos!!

Sepu
V.T.C
W
p.d. fabri.. sigamso con los Petalos Negros? :O