jueves, noviembre 15, 2007

Hubó una Vez.


Había una vez, y dos si fuese necesario,
en que la sangre rugió.
Mil alientos unidos se destrozaron la cabeza
contra sillas y mesas enjauladas
en grises, blancos y azules.
Rugió el corazón, el pubis y los pies en las calles desoladas,
en la luna, en el mar.
Corrieron tras de si mismos y huyeron de la lluvia..
En las noches, las sonrisas los balearon,
y de día sus cabezas dejaron de dormir.
El humo también rugió, por sus narices y sus ojos,
los hizo perder lágrimas que no querían perder,
lágrimas que guardaban para cuando las felicidades
pintaran las puertas de un país entero.
Temieron de si mismos, de sus zapatos y sus camisas,
de su voz, de sus dedos
mientras la guitarra sonaba apagada
en el segundo piso de sus vidas.
Dejaron su masturbación decapitada en las arterias de ti,
Santiago, Valpo, Conce o el desierto,
ahogaron sus oídos con tantos sueños…
Fusilaron sus esperanzas cuando,
después de rugir hasta el último fulgor,
la verdad los colmó de mentiras.