lunes, octubre 15, 2007

Otoño, 2006




Lágrima de bronce, oculta entre la carne,
la niebla, el verano lluvioso, el pecho, las aulas,
la mejilla derrapada y los labios avinagrados.

Suda el cielo su cascada matinal sobre hombros infinitos.
Tierna revolución en el Amazonas Gris,
revolución de una ciudad que, por herencia,
pertenece al llanto.

Lágrima ausente y ojos que caen:
los invito a bailar un tango en el paradero,
una Cueca en la cancha y el beso de una muchacha.

Les convido mis hielos de licor
para que les respiren o abracen, no se.

Lluvia de cabellos en mis pies.

Dedos lentos y temerosos, armados de tinta,
desgarran mil cabezas en busca del dolor.

Lágrima marchita, como el vino,
como el tabaco, como la vida,
escondida en mi pecho baleado,
en mi corazón crucificado, en mis manos ahumadas.
Alimento del pan salvaje, uslero de la chicha,

Pan moreno y Chicha morena
que no saben de capitales.

De noche, el murmullo de un millón de lágrimas
aleteando, ebrias de libertad,
y el grito de un pueblo besando un “Te Amo”
en la frente de sus hijos.

Murieron cuando su cuerpo gritaba esperanza
en las venas de un Santiago lánguido,
y este les respondió con un paro cardiaco
y con el olvido.