viernes, julio 11, 2008

Adios II


Observo el devenir desde mi vacío.

Marchito el aliento, fusilado mi último suspiro.

El espejo de mi humo se me presenta infame.

Mi color corrupto, arco iris de lágrimas:

Una bala que no se dispara y que tiene mi nombre en el gatillo.

¿Disparas tu o disparo yo?

De todas formas ha de cruzar mi sien y mi pecho a la vez.

Reconozco mi niñez en el funeral de tus sábanas.

Funeral que no canta, no grita, no llora

¿Dónde está la niebla?

Esto no es perfecto, no es como lo soñé.

Mi soledad ahora es bastarda, se ahoga en mi y conmigo.

Se retuerce, se envenena, y me tortura.

¿Y el mar? ¿La arena?

El ocaso me dejó, la aurora, me dejó.

Llueve, como siempre.

Nadie se moja, nadie siente frío.

Y yo ahí, de rodillas ante la flor que ardió en mi nacimiento,

la flor que quemé en mis inicios.

La flor que hoy es cenizas bajo mis pies.

Mis ojos de cenicero en el amanecer de tu voz.

Bebo de mi, fumo de mi,

y sin embargo, hoy,

Padre, no reclamo tus cadenas ni tus llamas

ni tu concubinas, ni su fulgor.

Hoy solo te reclamo sueño,

sin mas amaneceres que el de otro sueño decapitado.

Hasta luego al incienso de tu piel,

que hoy no hay mas que el murmullo silencioso de un adiós.

Otro mas.

Idéntico al anterior.

Al siguiente.

Idéntico a ti.